sábado, 22 de junio de 2013

INTEGRACIÓN

ACTIVIDAD:

1.- Elaborar una línea del tiempo que comprenda  el período de historia política -económica Argentina desde 1955 al 2005
2.- Seguidamente realizar la síntesis de los aspectos más importantes de la línea del tiempo, que permitan entender los factores de la micro y macroeconomía que jugaron un papel importante en el contexto histórico de cada tipo de gobiernos agrupados precedentemente en varias décadas.
3- Expresar una conclusión personal sobre el tema

NOTA: Fecha de presentación03/07/2013

miércoles, 12 de junio de 2013

HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL ARGENTINA: UNIDAD Nº IV: LA REPÚBLICA ARGENTINA CONSTITUIDA





Bibliografía sugerida:

http://ffyl.uncu.edu.ar/IMG/pdf/RAPOPORT_2007-_Mitos_etapas_y_crisis_en_la_economia_argentina.pdf.

 




Nación - Región - Provincia en Argentina, 2007, No. 1
Artículo revisado el 01/12/2007
Mitos, etapas y crisis en la economía argentina
Mario Rapoport
Resumen
Últimamente ha vuelto a reverdecer una problemática que había estado un poco olvidada en la
historia argentina: la problemática de los mitos. Están de moda muchos libros sobre la cuestión
de los mitos. Hablamos de mitos en el sentido de falsas percepciones históricas que es necesario
poner en evidencia. La consigna es tomar que es lo que se estuvo diciendo o creyendo como
verdad asumida durante mucho tiempo acerca del país y de su historia, y analizarlo a la luz de
nuevas evidencias e interpretaciones. Pero, la mayor parte de las veces esos mitos se refieren a
figuras históricas.
Por supuesto, las personalidades históricas tiene una importancia fundamental, queremos saber
qué pasó con Belgrano, con Moreno, con San Martín, con nuestros próceres, pero existen también otros
mitos que son tan o más importantes que éstos y que tienen que ver con los procesos históricos, con
las estructuras históricas, políticas, económicas y sociales que caracterizaron la evolución del país.
Hay en ese caso una serie de falsas percepciones que se han instalado en la mente de muchos
argentinos, y son de este tipo. Por ejemplo, la idea o el mito de que el país estuvo alguna vez, hacia
las primeras décadas del siglo XX, entre los más avanzados del mundo o el que llegó a ser, en cierto
momento, una potencia mundial.
De esta última aserción se sostiene otro mito: el que la decadencia de la Argentina comenzó en los
años 40, con los procesos de industrialización, la intervención del estado en economía y las políticas de
distribución de ingresos.
Un mito bastante frecuente es el que afirma que un error fundamental en los gobiernos argentinos
estuvo en la creciente tendencia a la autonomización del país con respecto al mundo y, sobre todo, en
sus niveles de confrontación con las grandes potencias hegemónicas.
En la comprensión de las políticas económicas, los mitos toman también la forma de opciones o tér-
minos contrapuestos, aparentemente irreductibles, en la toma de decisiones o de políticas: como la que
existiría entre endeudamiento o ahorro interno; entre inflación o convertibilidad; entre estatización o
libertad absoluta de los mercados. O la que pretende enfrentar políticas de bienestar versus flexibilidad
y competitividad, o una aún más reciente, la que señala la aparente necesidad de elegir entre aceptar
la globalización o realizar políticas nacionales.
Creo que es el momento de desentrañar muchos de estos mitos y analizar más a fondo si éstas son
o no opciones verdaderas. Pero para eso hay que introducirse en la historia y nosotros empezaremos
esa historia desde el momento en que el país se organizó como tal, después de 70 años de cruentas
luchas civiles.
Y aquí surge otro mito y es el que la Argentina fue el país más civilizado de América latina: algo que
suena extraño si observamos las sangrientas, terribles guerras civiles, que causaron miles de muertes,
y se iniciaron en el mismo momento en que culminaban las guerras para afirmar la independencia.
Sin embargo, hacía 1880, el país logra, por fin, una cierta estabilidad, luego del triunfo del ejército
federal sobre el último ejército provincial, el de la provincia de Buenos Aires; con la instalación en la
Presidencia del general Roca a través de un pacto político, la liga de los gobernadores. Va a comenzar
lo que hemos dado en llamar, a modo de simplificación, en la interpretación de la evolución económica
del país, el modelo agroexportador, caracterizando su rasgo principal.
1. La etapa agroexportadora
Este período, que transcurre de 1880 a 1930, es el que se señala como una «época dorada», ensalzada
por grandes poetas latinoamericanos, como Rubén Darío en su Canto a la Argentina. Es la época en la

que muchos argentinos ricos viajan a Europa deslumbrando con sus riquezas y construyen grandes
mansiones, en sus estancias o lugares de origen y, en especial, en Buenos Aires.
Claro está, no era una «época dorada» para todos: como lo señala el informe que en 1904 escribió
el catalán Bialet-Massé sobre las condiciones de vida de las clases trabajadoras en el interior del país,
a pedido del ministro Joaquín V. González, una parte importante de la población vivía todavía a
principios del nuevo siglo, en campos o ciudades, en los umbrales de la pobreza.
En esta etapa, que comienza en los años 80 pero tiene elementos precursores en las décadas del 60
y 70, la Argentina disponía potencialmente de grandes recursos naturales, pero debía traer del exterior
los capitales y la mano de obra necesarios para instalar el sistema de transportes, especialmente el
ferroviario, y la infraestructura portuaria y urbana, y modernizar la agricultura y la ganadería. Esto
se hace centralizando el poder en Buenos Aires, lo que refleja una larga historia de predominio de la
ciudad sobre el resto del país que culmina con la constitución definitiva de la capital de la República
en 1880, último y sangriento episodio de las guerras civiles.
El modelo se sustentaba en un esquema socioeconómico en donde el bien abundante, la tierra,
estaba en pocas manos, como consecuencia de un proceso de apropiación de la misma o de sus frutos
que venía de la época de la colonia (mercedes reales, vaquerías, primeras «campañas al desierto» para
apropiarse de tierras ocupadas por los indígenas), y se continúa con la ley rivadaviana de Enfiteusis (o
alquiler de grandes extensiones de tierras públicas a unos pocos individuos), las nuevas campañas al
desierto y la venta en forma ventajosa de esas tierras alquiladas. Este proceso culmina con la campaña
del general Roca, eliminando definitivamente la presencia del indígena y poniendo a disposición de un
puñado de terratenientes millones de hectáreas explotables. La expedición de Roca fue un verdadero
genocidio de los pocos indígenas que quedaban todavía en la Patagonia, el Chaco y otras zonas del
interior del país.
En cuanto a los capitales externos, si bien ayudan a montar el aparato agroexportador, llegaron
generalmente sin control y, en la mayor parte de los casos, garantizados en su rendimiento por el estado
o con fines meramente especulativos, algo que, como veremos, va a volverse un hecho repetido en la
historia argentina. El país se transforma, de todos modos, en un importante exportador de productos
agrícolas e importador de manufacturas y bienes de capital, en el marco de un escenario internacional
que facilita ese proceso.
En este sentido, es imposible estudiar la historia argentina si no se conocen las coyunturas interna-
cionales en las cuales se desarrollan los distintos procesos económicos y políticos internos. Veamos la
primera de ellas.
Hacia 1880 existe una división internacional de trabajo hegemonizada por la potencia industrial de
la época y la más importante proveedora de capitales y manufacturas: Gran Bretaña. Pero se trata de
una situación peculiar. El Reino Unido estaba en esa época en el cenit de su apogeo pero también en lo
que constituía el comienzo de una larga decadencia. En 1873 se produce una crisis a nivel mundial, dan-
do inicio al período denominado la Gran Depresión, que va a durar hasta 1896 y afecta particularmente
el poder hegemónico británico.
La Argentina juega un rol importante en ese esquema, porque Gran Bretaña está perdiendo merca-
dos en el mundo, justamente por la competencia de países emergentes para la época, como Alemania
y Estados Unidos, que protegen sus industrias y expanden su comercio internacional. Y esta pérdida
de niveles competitivos, pérdida incluso del gran mercado que constituía la ex colonia estadounidense,
va a ser suplida por otras colonias de poblamiento situadas en territorios casi olvidados en los que
Gran Bretaña vuelve a interesarse, como Australia, Nueva Zelandia y Canadá. Pero, también, por dos
países del Sur del continente americano, Argentina y Uruguay. Todos ellos contribuyen a proporcionar
los alimentos y las materias primas que el Reino Unido necesita para alimentar a su población. Lo que
los va a ayudar a transformar, a su vez, a medida que llegan las oleadas de inmigrantes, en nuevos
mercados para los bienes de capital y las manufacturas británicas.
En lo que se refiere al sistema político interno, en este período se produce la unidad nacional bajo la
dirección de gobiernos oligárquicos. Por un lado, esos gobiernos guardan las formas constitucionales,
aunque excluyen a los sectores opositores del posible ejercicio del poder y eligen a sus sucesores. Por
otro, abren las puertas a los nuevos inmigrantes pero no les facilitan su conversión en ciudadanos.
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En lo económico, en tanto, los elementos claves lo constituyen la concentración de la propiedad de la
tierra, el endeudamiento externo y una ideología rectora: el liberalismo económico. En palabras de Juan
Bautista Alberdi, uno de sus expositores más lúcidos, la Constitución argentina «más que la libertad
política» ha tendido a procurar «la libertad económica».
No obstante, este no fue un período de progreso o crecimiento continuo como se suele creer: la ex-
pansión económica y productiva resultó evidente, pero con crisis importantes en su transcurso debido
primordialmente al endeudamiento externo. Empezando por la de 1873, en la cual el Presidente Avella-
neda llegó a decir que los argentinos ahorrarían sobre su sed y su hambre para pagar sus compromisos
externos. Y luego, en el mismo período de expansión de los 80, otra crisis financiera más breve, en 1885,
y cinco años más tarde la crisis más profunda de todas, la de 1890, que produjo un sacudón en la City
londinense por la casi quiebra de la casa Baring, agente financiera del gobierno argentino. Esta crisis
fue acompañada por una revolución política, que no triunfó pero dio lugar al nacimiento del primer
partido político nacional, la Unión Cívica Radical. Por último, se asistiría a una nueva crisis financiera
antes del comienzo de la primera guerra mundial.
Raúl Prebisch señalaba con respecto a las crisis financieras algo que hoy nos parece común: la de-
pendencia de los ciclos económicos de los centros capitalistas mundiales y, fundamentalmente, de Gran
Bretaña. Decía que cuando la metrópoli necesitaba exportar capitales, porque bajaba la rentabilidad de
sus empresas, esos capitales venían en abundancia, atraídos por las facilidades que daban los gobier-
nos argentinos, iniciando un ciclo de endeudamiento externo. Pero, cuando por razones internas de su
propia economía les era preciso hacer regresar esos capitales, el Banco de de Inglaterra subía las tasas
de interés para atraerlos, dejando un nivel de deuda que no podía pagarse. El endeudamiento externo
era así una característica clave del modelo agroexportador.
Hubo una década, la de 1890, cuando debió abonarse lo sustancial de la deuda que venía del proceso
anterior, en la que no ingresaron nuevos capitales y se detuvieron las corrientes inmigratorias. Las dos
grandes oleadas de inmigración llegaron en momentos de expansión: los años 80 y los primeros años
del siglo XX.
Una cuestión que se plantea comúnmente, es el por qué el desarrollo económico argentino no siguió
el camino de otros países de formación similar como Australia y Canadá. Al realizar una comparación
con esas naciones, una de las principales diferencias que se nos presentan, se asocia, ante todo, a la
estructura de tenencia de la tierra. Frente al dominio del latifundio en nuestro país, acompañado por
un sistema de arrendamientos precarios, en Australia, donde la posesión primigenia de los terrenos era
de la Corona, cuando se realizaba la adjudicación de los mismos se exigía una explotación productiva
y mejoras en su utilización. Además, ya a principios del siglo XX, bajo la conducción de gobiernos
laboristas, se llevó adelante una política tributaria tendiente a combatir la concentración de la tierra en
pocas manos.
En lo que hace a la comparación con Canadá, predominaba allí la explotación de medianas exten-
siones personificada en la figura de los farmers, quienes en vastos territorios habían obtenido tierras en
forma gratuita y que al ser propietarios se les facilitaba el acceso al crédito, haciendo posible la adqui-
sición de maquinarias y el mejoramiento de los campos. Por el contrario la Argentina no logró generar
una clase media rural (salvo en ciertas zonas colonizadas de Santa Fe y Entre Ríos, donde encuentra su
origen la Federación Agraria Argentina y el Partido Demócrata Progresista) que ampliase el mercado
interno y estimulase el desarrollo regional.
Esto significó, al ser el sector agropecuario la principal actividad económica que motorizaba al país,
una gran concentración de poder en manos de los grandes estancieros, que, por lo general, no volcaron
sus ganancias a las nacientes actividades industriales, o directamente las obstaculizaron, promoviendo
la más amplia apertura comercial a fin de colocar sus productos en el exterior. En este sentido, existía
una gran diferencia con lo que ocurría en otros países, como Canadá, donde hacia 1890 se desarrollaba
una política industrialista de «compre nacional» planteada por el primer ministro conservador MacDo-
nald. O como Australia, donde las preferencias otorgadas a firmas locales en licitaciones del gobierno,
particularmente en torno al abastecimiento de materiales para los ferrocarriles y las comunicaciones
en general, simbolizada por el lema «Be Australian, Buy Australian» («Se australiano, compra austra-
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liano»), denotaban una actitud más proteccionista que incentivó áreas tales como la metalurgia y la
producción de maquinarias agrícolas.
En cambio, la situación argentina dio lugar a la conformación de una matriz cultural que se trans-
mitió, de una u otra forma, al resto de la sociedad y, sobre todo, a los sectores medios. La poderosa
elite que gobernaba el país tenía como principales características una cultura fuertemente rentística
(sus principales ingresos provenían de la renta de la tierra); una conducta en el poder antidemocrática,
basada en la marginación de gran parte de la ciudadanía, la corrupción y el fraude electoral; y una
visión del mundo dependiente (se llegó a pensar a la Argentina como una especie de «colonia informal»
del Reino Unido).
Veamos, en primer lugar, la cultura de lo rentístico. La elite tradicional, que poseía la mayor parte
de las tierras explotables del país (el 5 % de los propietarios tenía el 55 % de las explotaciones agrope-
cuarias en 1914), vivía fundamentalmente de una sustancial renta agraria, como los grandes señores
ingleses del siglo XVIII que criticaba David Ricardo en sus Principios de Economía. Esa elite tenía, por
lo general, pautas de consumo extravagantes y no necesitaba o no le interesaba invertir en capitales de
riesgo que, por ende, vinieron casi en su totalidad del exterior para crear la infraestructura del aparato
agroexportador. Pero una de las funciones principales del endeudamiento externo en distintas épocas
fue también contribuir a financiar el gasto de ciertos sectores privilegiados de la sociedad y la fuga de
capitales, generando un modelo que podríamos llamar de «capitalismo ausente», en tanto reproduce y
prolonga de alguna manera aquel viejo modelo del «terrateniente ausente», que vivía mayormente en
Buenos Aires y no tenía conductas productivas sino rentísticas o suntuarias, hasta que agotaba, como
en muchos casos, la riqueza original, vendiendo incluso las tierras que poseía. En las últimas décadas
ha ocurrido, como veremos, algo parecido a nivel del país.
En segundo lugar, se generó también una cultura antidemocrática. Los primeros gobiernos de «uni-
dad nacional» que salieron de la llamada generación del 80, en las últimas décadas del siglo XIX, no
respetaron los principios constitucionales. Era una democracia ficticia o «ficta», como se decía en su
época. Con presidentes «electores» que escogían a su sucesor. La elite se identificaba con la clase políti-
ca y los rasgos principales del manejo político eran el paternalismo, el clientelismo, la corrupción y el
fraude electoral. Más tarde, la intervención de los militares y los golpes de estado, bajo el pretexto de
derrocar «democracias corruptas», formaron parte de la misma ideología elitista. Esas conductas han
perdurado, desafortunadamente, en los distintos períodos democráticos, penetrando en el comporta-
miento de los partidos políticos mayoritarios, aún cuando se expresen de otro modo.
En tercer lugar, persistió desde aquella época una cultura de subestimación del interés nacional o,
más directamente, de vivir dependiendo de factores externos o sometiéndose a condiciones externas,
sin ningún beneficio compensatorio. Un caso notable fue el primer empréstito otorgado por la compa-
ñía inglesa Baring Brothers, en 1824, cuyos fondos no fueron destinados a sus propósitos iniciales y
se volatilizaron en pocas manos, aunque terminaron de pagarse puntualmente casi un siglo después.
Otro caso fue el del primer tratado de comercio y navegación, que establecía una libertad de comercio
que favorecía sólo a intereses británicos, los únicos en condiciones de aprovecharla. Esa era en aquella
época la trampa de la libertad de comercio. Esta cultura de la dependencia se acentúa a partir de las
últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX cuando la Argentina se inserta en el mundo
a través de una relación fuertemente dependiente de la potencia hegemónica de aquel entonces, Gran
Bretaña. Todavía en 1933, ante la firma de un nuevo tratado comercial argentino-británico, el Pacto
Roca-Runciman, el vicepresidente de entonces, Julio A. Roca (h), decía que la Argentina «desde un
punto de vista económico debía considerarse una parte integrante del imperio británico». Concepción
que se procura justificar teóricamente en la década de 1990, en el plano de la política exterior, a través
del llamado «realismo periférico», que proponía la subordinación a otra potencia hegemónica, Estados
Unidos, y alcanzó su máxima expresión en las propuestas de dolarización y de manejo de la economía
por expertos «externos».
A partir de los años de la primera guerra mundial dos fenómenos marcaron una diferencia con
respecto al proceso anterior. Desde el punto de vista político, debido a la llegada al gobierno en 1916,
gracias a la ley Saénz Peña, de 1912, que garantiza el voto secreto y obligatorio e instaura un sistema
democrático, de la Unión Cívica Radical, liderada por Hipólito Irigoyen, que incluye sectores sociales
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provenientes de una ascendente clase media, Desde el punto de vista económico, por el comienzo
de una relación más profunda con Estados Unidos, tanto en el comercio exterior como a través del
flujo de capitales provenientes del país del norte. Se desarrolla así un triángulo comercial y financiero
anglo-argentino-norteamericano de profundas consecuencias internas y externas en los años futuros.
Durante la misma guerra se advierte también un limitado desarrollo industrial, motivado por las
restricciones externas, que tiene sus límites con la finalización del conflicto y la normalización de los
mercados mundiales, aunque en los años 20 comienzan a llegar del exterior inversiones directas en
algunas ramas fabriles.
2. El proceso de industrialización
La etapa de la industrialización sustitutiva, como rasgo principal de la actividad económica, puede
subdividirse en tres períodos diferenciados:
1. La industrialización «espontánea» (1930-1945).
2. El proyecto industrializador peronista (1946-1955).
3. La industrialización «desarrollista» (1955-1976).
Nuevamente otra crisis, en este caso de origen externo, que se inicia en EEUU en 1929 y constituye
el comienzo de un período de depresión económica mundial que duraría casi una década, impacta en
la Argentina. Fue la crisis más profunda que padeció el capitalismo en su historia.
Este proceso recesivo se caracterizó por una severa deflación en un sentido amplio, dado que ge-
neró restricciones monetarias y financieras, bajas de precios y salarios, y retroceso de las actividades
económicas. Fenómenos que se manifestaron a través de reacciones en cadena, puesto que la caída de
la producción industrial indujo a una contracción de los mercados internacionales y a una disminución
de la demanda de materias primas, cuyos precios bajaron acentuadamente. Los países productores de
bienes primarios redujeron las compras de maquinarias y manufacturas, al tiempo que entraron en
bancarrota o devaluaron sus monedas, ya que las deudas asumidas con anterioridad no podían ser
canceladas. Del mismo modo, los países industriales debieron soportar la caída de los precios de sus
productos, aunque protegieron sus mercados con barreras arancelarias o de otro tipo. No pudieron
evitar, sin embargo, el cierre de bancos y empresas, una creciente desocupación y situaciones extremas
de hambre y pobreza de gran parte de sus poblaciones. Todo ello llevó a la quiebra del sistema multi-
lateral de comercio y pagos, incluyendo el patrón cambio oro, y dio lugar a un retorno a los sistemas
de preferencia imperial y a los convenios bilaterales.
La Argentina, que tenía una economía abierta al mundo, sufrió de llenó ese impacto con una severa
caída de sus exportaciones y un amplio déficit en su balanza comercial, al no poder prescindir de la
importaciones de bienes industriales y de muchos bienes de consumo masivo.
El proceso de sustitución de importaciones, que proyectó al sector industrial por sobre el agrope-
cuario e inició una nueva etapa en la historia económica argentina, fue así en gran parte producto de la
necesidad y no de la voluntad política: había que hacer frente a la crisis económica mundial que afec-
taba al país. Además, cuando esta etapa comienza a desarrollarse con más fuerza, en los comienzos de
la década de 1930, retorna al poder, mediante un golpe de estado cívico-militar, la elite oligárquica que
había gobernado hasta 1916. Entonces, contra sus propias ideas imbuidas de liberalismo, los gobiernos
conservadores ponen en práctica una intervención creciente del estado en la economía (control de cam-
bios, juntas reguladoras, proteccionismo, diversas medidas fiscales y financieras), que tienden a paliar
la situación pero, también, a salvaguardar sus propios intereses, vinculados al sector agropecuario.
Al mismo tiempo, el país logra cierto margen de autonomía económica aunque se mantienen los
servicios de la deuda externa y se intenta conservar a toda costa, a través del Pacto Roca-Runciman, el
mercado británico para la colocación de las carnes enfriadas, el negocio principal de los terratenientes
de la pampa húmeda, ahora en el poder político.
Hasta esa época la industria había crecido al compás del resto de la economía, pero subordinada al
esquema agroexportador. En cambio, a partir de los años 30, se convertirá en uno de los sectores impul-
sores del crecimiento económico, facilitado por una importante transformación en la estructura de la
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producción, que aceleró el proceso de sustitución de importaciones. Los rubros más dinámicos fueron
las actividades relacionadas con insumos locales (especialmente los textiles) y la metalurgia liviana.
Este núcleo incluye los sectores que podríamos denominar de «sustitución fácil de importaciones»,
compuestas por bienes de consumo, que reducían el peso del déficit comercial con el exterior, contri-
buían a canalizar una porción de la renta agraria a través de inversiones industriales y ofrecían una
salida a la producción agropecuaria, que hacía posible disminuir la dependencia de las fluctuaciones
de los mercados externos.
La expansión de la industria textil satisfacía la creciente demanda del mercado interno, permitiendo,
al mismo tiempo, el empleo como materia prima de lana y algodón producidos localmente, cuyos
mercados internacionales se encontraban afectados por la crisis. El conjunto de ramas vinculadas al
sector de automotores se convirtió también en un factor de crecimiento. Si bien la industria automotriz
de la época era poco más que un taller de ensamblado de partes importadas, estimulaba el desarrollo de
la producción de caucho para neumáticos, la industria de la construcción relacionada con las carreteras
y una pléyade de pequeñas firmas familiares de producción de repuestos, actividades que ganarían
intensidad en el futuro inmediato. Otro sector cuya aparición en escala importante data de esta época
es el de maquinarias y artefactos eléctricos, así como la producción de electrodomésticos, cables y
lámparas.
En general, las ramas de mayor crecimiento producían bienes de consumo finales, con mayor in-
tensidad en la utilización de mano de obra que en bienes de capital. Las maquinarias y los insumos
intermedios utilizados eran, en una alta proporción, importados. De esta forma, comenzó a perfilar-
se en esta época una característica que se acentuaría en las décadas siguientes: el crecimiento de la
producción impulsaba un incremento de las importaciones, hecho que en el futuro enfrentaría al país
a serios problemas en la balanza de pagos. En este marco, las ramas tradicionales vinculadas al mo-
delo agroexportador, como los productos agrícolas y ganaderos, crecieron mucho más lentamente,
perdiendo participación relativa en el PBI y, en 1944, el PBI industrial superó por primera vez al PBI
agropecuario.
Por otra parte, el PBI industrial se duplicó entre 1935 y 1939 y volvió a duplicarse durante la
segunda guerra mundial mientras crecían el número de establecimientos fabriles y la cantidad de
mano de obra ocupada en el sector.
Los cambios en la composición de la estructura social, como consecuencia de la ampliación de la
masa de trabajadores industriales y urbanos que trae este proceso de industrialización (a lo que contri-
buyeron las migraciones internas del campo a las ciudades), y el vacío político resultante de gobiernos
apartados de los derechos y aspiraciones de la ciudadanía (fraudulentos y represivos) dieron lugar a la
aparición de un fenómeno político nuevo, el peronismo, que estimulará el desarrollo industrial sobre
la base de la participación social de los nuevos sectores sociales y de la ampliación del mercado interno
y tendrá conductas de una mayor autonomía en el marco internacional.
La industrialización promovida por el peronismo se diferenció de la controlada por la oligarquía.
En contraste con el carácter excluyente de esta última, el primer gobierno peronista amplió el mercado
interno en función de tres elementos que existían antes de la llegada al poder del peronismo y que
contribuyeron a hacerla viable en ese momento. En primer lugar, la creciente dicotomía entre la expan-
sión del mercado interno y el nivel de consumo de las masas. En segundo término, la ausencia de leyes
laborales que garantizasen mejores condiciones de vida y de trabajo. Finalmente, el grado importante
de intervención del estado en la economía con la consiguiente ampliación del aparato burocrático, que
acrecentó su papel no sólo político, sino también social. Factores que Perón percibió, y constituyeron la
base de su accionar político, y a los que agregó la «sindicalización por arriba» del movimiento obrero.
Mientras que el primer partido popular, el radicalismo, surge levantando las banderas de la de-
mocratización del sistema político argentino, el peronismo nace planteando la necesidad de montar
mecanismos de justicia social que no existían, algunos de los cuales habían sido propuestos por diri-
gentes socialistas y de otros partidos en épocas anteriores, sin poderse aprobar o implementar por el
poder que tenían las fuerzas conservadoras en el Congreso y el Poder Ejecutivo Nacional.
No vamos a analizar exhaustivamente que significó el peronismo desde el punto de vista político
aunque puede señalarse la existencia de un estado omnipresente y de un partido político que pretendía
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representar a todos los sectores sociales y minimizar a la oposición, sin impedirle participar en las
elecciones pero obstaculizando su accionar. Tampoco nos detendremos en sus aciertos o errores desde
el punto de vista económico, con un crecimiento fuerte en los primeros años de gobierno aunque con
políticas que se revelaron insuficientes para sostener el proceso de industrialización, debiendo soportar
una fuerte crisis entre 1950 y 1952 de la que costó salir. Sin embargo, varios aspectos no pueden dejarse
de mencionarse en el terreno económico y social.
Entre ellos, una apreciable mejora en la distribución de los ingresos, llegando los asalariados a
tener una participación del 50% del ingreso nacional; la entrada en vigencia de una serie de leyes
sociales –jubilaciones y pensiones, aguinaldos, vacaciones pagas, convenios colectivos de trabajo–; el
otorgamiento de beneficios diversos para los sectores de más bajos ingresos -construcción de viviendas
populares, hoteles sindicales, etc.; la transferencia de ingresos, mediante una política crediticia y me-
canismos institucionales de manejo del comercio exterior, del sector agrario al industrial; y un proceso
de nacionalización de las empresas de servicios públicos, sobre todo en los primeros años de gobierno.
De todos modos, pese que Perón fue reelegido por una amplia mayoría de votos al termino de su
primer mandato y se produjeron cambios en la política económica que permitieron superar la crisis,
en septiembre de 1955, en el marco de un enfrentamiento creciente con la Iglesia Católica y sectores
opositores, el presidente se vio desplazado del poder por un golpe de estado cívico-militar. Este hecho
inauguró una etapa de inestabilidad política en la Argentina que llevó finalmente a la dictadura militar
de 1976.
Es preciso destacar este punto, porque en todo el período que va de mediados de los años 40
hasta mediados de los 70, el país creció económicamente y la distribución del ingreso no empeoró
en demasía a pesar del diferente carácter de los distintos gobiernos que fueron pasando, civiles y
militares. Pero hubo una fuerte inestabilidad del sistema político, que comenzó con la proscripción del
peronismo. Esto condujo, por un lado, a la radicalización de vastos sectores populares, influenciados
también por la revolución cubana y movimientos contestatarios en otros países, y llevó, por otro, a un
endurecimiento de lo que llamamos el «partido de derecha», que se expresaba a través de las fuerzas
armadas. El gobierno desarrollista de Frondizi tuvo cerca de 30 planteos o intentos de golpes de estado
antes de ser derrocado y, luego, el radical Illia, que presidía un gobierno débil por las proscripciones
políticas, cayó de la misma manera en 1966. El peronismo volvió con el apoyo popular después de que
los militares dejaron el poder en 1973, pero entró pronto en profundas contradicciones internas (en la
que participaron grupos armados de izquierda y sectores paramilitares de derecha), que se agudizaron
con la muerte de Perón y dificultaron una nueva salida política.
En este período de industrialización, no se vuelve a caer en el fuerte endeudamiento externo de la
etapa agroexprotadora pero sí en repetidas crisis de la balanza de pagos, los conocidos ciclos de stop-go,
como consecuencia de los requerimientos del propio proceso de industrialización que se contrapone
con una estructura dependiente de las exportaciones agropecuarias.
Los ciclos económicos estaban ligados al mismo tiempo al mercado interno y a los mercados ex-
ternos. En la etapa de auge, ante el aumento de la producción industrial vinculada al consumo local,
se incrementaban las importaciones, para comprar bienes de capital e insumos básicos, y se reducían
las exportaciones, por la mayor demanda interna originada en la suba del salario real y de los niveles
de ingresos. Pero el déficit en la balanza comercial y la disminución de las divisas llevaban a una
devaluación que provocaba un aumento del precio de los productos agrarios exportables y de lo insu-
mos importados. Todo esto se traducía en crisis del sector externo, procesos inflacionarios y políticas
monetarias restrictivas.
Basado en el desarrollo del mercado interno y en las industrias livianas ese proceso de industria-
lización fue cambiando en los años 50 y pasando a otra etapa, con la creación de industrias básicas,
el énfasis en la necesidad de capitales externos y la necesidad de que el aumento de los salarios esté
ligado al incremento de la productividad. En su etapa final se agrega también un tímido intento de
exportación de manufacturas.
El gran problema en este período no fue principalmente económico sino político, en particular por el
hecho de que el partido mayoritario, el peronismo, estaba proscrito y de que los militares intervinieron
permanentemente en la vida pública.
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Vemos, por el contrario, desde el punto de vista económico, un proceso de crecimiento importante,
que entre 1945 y 1963 padeció diversas crisis en la balanza de pagos y brotes inflacionarios, pero
que luego, entre 1964 y 1974, tuvo un período de ascenso ininterrumpido, superando esos problemas
cíclicos, con una tasa promedio del cerca de 5 % anual. Sin embargo, desde el punto de vista político
lo que se observa es una grave y seria inestabilidad que termina con el golpe de estado de 1976, lo que
de ninguna manera reflejaba el agotamiento del proceso de industrialización.
3. El modelo rentístico-financiero
El golpe militar de marzo de 1976 va a producir, a través de la represión, los llamados 30 mil
«desaparecidos». En este caso, la intención explícita de sus promotores fue la de eliminar en forma
definitiva a actores mayoritarios de la escena política nacional debilitando sus bases económicas y
sociales. El «disciplinamiento social y político», encarnado por la represión, será la contracara del
«disciplinamiento económico».
Por otra parte, la crisis económica internacional que comenzó a desarrollarse en los inicios de la
década de 1970, con la crisis del dólar primero y la del petróleo después, creó una amplia disponibi-
lidad de capitales (eurodólares y petrodólares) dispuestos a reciclarse en los países del Tercer Mundo,
lo que permitió a las dictaduras de Pinochet y Videla disponer del financiamiento necesario para hacer
prevalecer sus políticas económicas, precursoras del neoliberalismo en el mundo, antes aún de la lle-
gada de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. En esto tenían también un peso decisivo los organismos
financieros internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, que querían facilitar la inserción de los
países en desarrollo a los nuevos circuitos financieros.
Pero los factores internos no fueron menos importantes. La Argentina vivió, desde fines de los
años sesenta y principios de los setenta, un proceso de agudos conflictos sociales y políticos. Los
levantamientos obreros (tales como el «Cordobazo» y el «Viborazo») así como la existencia de fuertes
grupos radicalizados, incluso guerrilleros, en la escena política nacional entrañaban una seria dificultad
para la persistencia de los modos de producción vigentes e iban a llevar al abandono del proceso de
sustitución de importaciones, a la liberalización de la economía y a un nuevo tipo de inserción en la
economía mundial.
Es por eso que en 1976, se produjo un verdadero punto de inflexión en la historia del país, que
significó no sólo el terrorismo de estado y la pérdida de varias futuras generaciones de líderes políticos
o sociales, sino la convicción por parte de las elites tradicionales de que las proscripciones políticas
ya no servían para eliminar las alianzas populistas y que, como éstas se asentaban sobre el aparato
productivo industrial, era imprescindible modificar radicalmente la estructura económica. Ello suponía
también la reformulación del papel del estado, hasta allí involucrado en impulsar ese tipo de desarrollo.
Esta fue la tarea principal que realizó la dictadura militar inaugurando los 30 años de predominio
de un modelo neoliberal en el país. La Argentina tenía hasta mediados de los 70 un aparato industrial
con problemas pero de dimensiones respetables, ciertos niveles de protección, controles de cambio,
tasas reguladas de interés, un sistema financiero bastante controlado y, a pesar de diversas crisis en
la balanza de pagos y procesos inflacionarios, tasas de crecimiento relativamente buenas y sostenidas,
especialmente entre 1964 y 1974. Todo eso se destruyó: se promovió la desregulación financiera y la
apertura indiscriminada de la economía, que afectó a la balanza comercial y a la cuenta corriente
de la balanza de pagos; se produjo un fuerte proceso de desindustrialización y reprimarización de
la economía y se estableció un sistema de preconvertibilidad que se llamó «tablita cambiaria». En
particular, a principios de 1977 se implementó una reforma que ubicaría al sector financiero en una
posición hegemónica en términos de absorción y asignación de recursos, mediante su liberalización, el
alza de las tasas de interés y una mayor vinculación con los mercados internacionales.
La especulación financiera pasó a ser un factor fundamental: se traían del exterior dólares que se
convertían en pesos a un cambio sobrevaluado, se colocaba esos pesos a altas tasas de interés y cuando
se pensaba que el dólar iba a subir, se volvía a cambiar pesos por dólares y se los fugaba al exterior.
Se hacían así negocios fáciles y altamente rentables. Veamos en el cuadro 1 los principales indicadores
del período 1975-1983.
8

Cuadro 1
Fuente: Ministerio de Economía de la Nación. Dirección Nacional de
Estadísticas y Censos. FIDE.
Año
1975
-0,9
182,6
-
8.085
-791,1
38,95
15,15
1,24
270
14
1976
-0,2
444,0
882
9.739
1.192,4
39,71
11,73
2,02
210
11,9
1977
6,0
176,0
1.490
11.762
2.226,5
38,04
5,13
2,02
170
6,5
1978
-3,9
175,5
2.565
13.663
1.998,4
44,08
6,83
3,07
200
6,3
1979
6,8
159,5
1.102
19.034
4.442,4
42,13
6,26
3,19
240
6,3
1980
0,7
100,8
-2.527
27.153
-2.796,1
44,18
7,55
3,44
340
11,8
1981
-6,2
104,6
-287
35.671
-3.433,1
51,53
15,62
9,75
390
32,4
1982
-5,2
164,7
2.289
43.634
-5.080,5
48,56
16,52
11,94
570
57,8
1983
3,1
343,3
3.334
45.087
-4.204,3
49,72
15,77
5,79
580
63,6
Año
1975
100,0
100,0
100,0
100,0
1976
97,6
66,4
64,8
97,0
1977
99,0
51,4
50,9
104,5
Año
1978
100,4
53,9
54,1
93,5
1970
1979
101,8
57,7
58,7
103,1
1974
1980
101,4
66,3
67,2
99,2
1980
1981
103,6
61,9
64,1
83,3
1982
1982
-
-
-
79,4
1983
-
-
-
88,0
millones de
dólares
millones de
dólares
1975-1983
mill de
pesos
Deuda
Externa
Intereses
externos/exp
Deuda/
Export.
Variación de
Reservas
Gasto
público/PBI
Déficit
fiscal/PBI
Intereses
deuda/PBI
Inflación
Hogares pobres / total de
hogares
Empleo
Salario
Masa
salarial
Var PBI
Actividad
industrial
Saldo bza.
comercial
Población en hogares
pobres / población
28,0
5,0
2,6
7,5
25,3
-
3,2
10,1
Pero desde fines de los años 70 y principios de los 80, se produjo otro ciclo recesivo mundial,
cuando la Reserva Federal, frente a los crecientes déficits fiscales en EEUU, comenzó a elevar las tasas
de interés, aumentadas aún más con la llegada al gobierno del presidente Reagan. Operaba aquello
que señalaba Prebisch respecto a la política del Banco de Inglaterra en el siglo XIX; las tasas de interés
pasaron del 6% al 14%, volviéndose a captar capitales del exterior en los países centrales y creando
una década perdida para América latina, al expandirse notablemente el endeudamiento externo de
la región, que había tomado préstamos en los años anteriores y ahora debía pagar intereses mucho
mayores. Esta situación llevó, en agosto de 1982, a la declaración de moratoria de México, uno de los
principales deudores, desatando una generalizada crisis de la deuda en el subcontinente.
Sin embargo, antes aún, en 1981, había estallado la crisis en la Argentina, con una fuerte deva-
luación de la moneda y el retorno de procesos inflacionarios y, sobre todo, con la inmensa carga del
endeudamiento externo, que pasó de 8 mil millones de dólares en 1975 a 45 mil millones en 1983
cuando la dictadura militar dejó el poder. Ese endeudamiento había tenido que ver, sobre todo, con la
especulación financiera, los autopréstamos, los gastos militares y la corrupción. Incluso la deuda pri-
vada fue beneficiada con un seguro de cambio que de hecho lo transformó en deuda pública. Sobre el
origen del conjunto de esa deuda se hizo más tarde una presentación ante la justicia, la que dictaminó
que una parte de ella era ilegítima.1
La derrota en la guerra de las Malvinas terminó por hundir al régimen militar y fue en ese momento
crítico en el que retornó la democracia. Pero el gobierno de Alfonsín, en el terreno político, luego de
realizar severos juicios a los militares terminó cediendo ante ellos y decretando las primeras leyes del
perdón, ahora derogadas y, en el terreno económico, a pesar de algunos esfuerzos iniciales por trazar
un rumbo diferente, reconoció y sostuvo el endeudamiento anterior con más endeudamiento y a costos
más altos, impidiendo que el país pudiera volver a recuperarse económicamente.
Una iniciativa diplomática del gobierno radical estaría destinada, sin embargo, a perdurar en el
tiempo inaugurando una nueva y relevante dimensión en la inserción internacional y en la política
exterior argentina. Prolongando una tendencia al acercamiento bilateral iniciado ya bajo las dos dic-
taduras militares en 1979 con los acuerdos sobre la cuenca del Plata, la entrevista Alfonsín-Sarney de
1985 y el Acta de Integración Regional entre Argentina y Brasil, fueron éstos los primeros pasos en
1. Sentencia judicial del Juez Jorge Ballesteros, 13 de julio de 2000, sobre la base de las denuncias de Alejandro Olmos, que
escribió un libro clave sobre el tema: A. Olmos, Todo lo que quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron, Buenos
Aires, Editorial de los Argentinos, 1989. Cuando Ballesteros hizo su dictamen la causa estaba prescripta y no se pudo enjuiciar
a Martínez de Hoz y los responsables del endeudamiento.
9

la génesis de un proceso que terminaría de consolidarse 10 años más tarde, cuando los presidentes
de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay firmaron el Tratado de Asunción, que fijó como fecha de
conformación definitiva del Mercado Común del Sur (Mercosur) el 1º de enero de 1995. Este acuerdo
iba a permitir ampliar mercados en la región y estrechar lazos entre los países miembros, aunque en
sus primeras instancias prevalecería un enfoque primordialmente comercial.
En tanto, en el escenario internacional de los años 90 predominaban, al mismo tiempo, una cier-
ta euforia política, provocada por la caída del muro de Berlín y del bloque soviético, y un proceso
de globalización financiera, impulsado por cambios tecnológicos y por la expansión de los mercados
especulativos. Estas circunstancias iban a producir otra sobreabundancia de capitales en el norte que
fluyeron hacia la Argentina en busca de mayores rentabilidades, sin temor a su fragilidad económica.
Stiglitz y otros economistas han demostrado que cuando llega un flujo incontenible de capitales finan-
cieros en medio de burbujas especulativas, se financian fantasías económicas no sustentables y se crea
un incontrolable endeudamiento externo.
La ideología jugó en este sentido un rol importante impulsada por las reglas que brindaba el lla-
mado «Consenso de Washington», donde se recomendaba que las políticas económicas tuvieran como
eje central el control del gasto público y la disciplina fiscal, la liberalización del comercio y del sistema
financiero, el fomento de la inversión extranjera, la privatización de las empresas públicas, y la des-
regulación y reforma del estado. Los gobiernos debían limitarse a fijar el marco que permita el libre
juego de las fuerzas del mercado pues sólo éste podía repartir de la mejor manera posible los recursos
productivos, las inversiones y el trabajo.
Esas ideas coincidían, a su vez, en la Argentina, con una aguda crisis hiperinflacionaria; producto
del fracaso de las políticas implementadas y estimulada por intereses económicos en contra del gobier-
no de Alfonsín y el temor al retorno de un régimen justicialista parecido al de los años 70. Allí se dio de
vuelta otra coincidencia: si en 1945 se produjo la confluencia entre un líder histórico populista, como
Perón, y los sectores obreros y sindicales, en el 1989 se verificó una situación semejante en apariencia,
con otro líder político, Carlos Menem, que ganó las elecciones presidenciales gracias al apoyo de los
votos populares del partido mayoritario pero, esta vez, con el visto bueno del establishment y la derecha
neoliberal.
Esa confluencia era justamente la que faltaba, porque esa derecha en Argentina nunca había tenido
un partido fuerte como para poder imponerse electoralmente. Entonces, de la misma manera que
grupos de izquierda radical intentaron ganar al peronismo en la década del 70, la derecha liberal ganó
con sus ideas y sus intereses al liderazgo justicialista de los años 90, el llamado menemismo.
Comenzó allí la etapa más dura del neoliberalismo en Argentina. Se implementó por ley un sistema
de convertibilidad que llevó al abandono de toda política monetaria y a la sobrevaluación del peso; a
la apertura irrestricta de la economía, sobre todo de la cuenta de capital; a la desregulación total del
sector financiero; a la flexibilización laboral y al ajuste salarial. Se realizó la venta de los activos más
importantes del patrimonio público, que culminó con la de la compañía estatal petrolera YPF y la
perdida de manos del estado de un recurso estratégico clave para la economía argentina. Muchas de
esas privatizaciones, así como otras políticas del gobierno, se implementaron por medio de actos de
corrupción que luego se revelaron públicamente.
Se incluyó también en este proceso la privatización de la previsión social, que fue una de las cau-
sas principales del déficit fiscal en Argentina (cerca de 40 mil millones de dólares), pero que, además,
constituye un ejemplo de los que no debe hacerse: se intentó crear un mercado de capitales compulsi-
vamente, a costa de los futuros jubilados, para finalmente alimentar el endeudamiento del estado, que
tomó esos capitales a préstamo. En tanto las administraciones de los fondos de pensión, en manos de
bancos y financieras, la mayor parte extranjeras, cobraban grandes comisiones a los obligados apor-
tantes, sin relación con la rentabilidad real. Otro sector singularmente afectado fue el industrial, cuya
participación en el PBI cayó del 27 % en 1990 al 15 % en 2002.
La clave del sistema fue, sin duda, la convertibilidad con un tipo de cambio fijo (un dólar igual a un
peso), que funcionó como el patrón oro del siglo XIX y contradijo todas las otras medidas de liberaliza-
ción. En un sistema así, con apertura irrestricta de los mercados, la única forma de controlar el déficit
externo y el déficit fiscal es aplicando políticas recesivas y de ajuste a la espera de un milagroso flujo
10

de capitales que compense la situación. Se trata de una economía que crece sólo con el endeudamiento
externo, proceso cuya falencia pudo observarse una vez agotadas las privatizaciones, que significaron
una importante pérdida del patrimonio nacional y que, junto a la venta de empresas privadas naciona-
les, dio lugar a una extranjerización sin precedentes de la economía sin que se ampliara su capacidad
productiva. Por supuesto, las tasas de crecimiento relativamente altas de comienzos de la década del
90 se revelaron muy frágiles. No sólo beneficiaron a pequeños sectores de la sociedad sino que no
pudieron sostenerse en el tiempo, hasta que vino la caída final del 2001-2002. Veamos en el cuadro 2
los principales indicadores del período 1990-2002.
Año
1990
-
1343,9
8.275
-
-
3.566,0
-
-
-
-
1991
10,6
84,0
3.703
61.334,0
33,1
2.728,0
100
3.666,0
60.416
-
1992
9,6
17,5
-2.637
62.766,0
27,7
3.826,0
110
4.922,4
53.583
4.384,0
1993
5,7
7,4
-2.364
72.209,0
30,5
4.250,0
147
2.730,5
62.867
2.763,0
1994
5,8
3,9
-4.139
85.656,0
33,3
682,0
157
-285,9
74.976
3.489,0
1995
-2,8
1,6
2.357
98.547,0
38,2
-102,0
158
-1.373,3
78.973
5.341,0
1996
5,5
0,1
1.760
109.759,0
40,3
3.882,0
162
5.624,4
84.310
6.523,0
1997
8,1
0,3
-2.123
124.382,0
42,5
3.273,0
183
-4.276,6
96.155
8.755,0
1998
3,9
0,7
-3.117
138.844,0
46,6
3.234,0
190
-4.073,5
99.231
6.510,0
1999
-3,4
-1,8
-2,199
145.288,9
51,2
898,2
196
-8.536,0
91.228
23.988,0
2000
-0,8
-0,9
1,061
146.575,1
53,07
-505,0
201
-7.763,5
94.249
10.418,0
2001
-4,4
-1,1
6,223
168.544,5
51,57
-9.862,6
203
-6.975,5
107.114
2.166,0
2002
-10,9
25,9
16,719
173.207,1
142,95
-7.922,0
-
-
117.654
785,0
1990-2002
Millones de
Dólares
Millones de
Dólares
Millones de
Dólares
Millones de
Dólares
Millones de
Dólares
Millones de
pesos
Capitales
argentinos
exterior
IED
Deuda
externa/PBI
Variación
de
Reservas
Var. Gasto
público
Resultado
Fiscal
Var PBI
Inflación
minorista
Saldo bza.
comercial
Deuda
externa
Cuadro 2
Fuente: Ministerio de Economía de la Nación. Dirección Nacional de
Estadísticas y Censos. FIDE.
Como observamos, lo que se produjo fue una fenomenal fuga de capitales; 120 mil millones de
dólares se fugaron en todos esos años, y se verificó, sobre todo, un incremento casi exponencial del
endeudamiento externo, que pasó de 45 mil a 170 mil millones de dólares, creando las condiciones de
una grave depresión en la economía argentina, que se aceleró por las sucesivas crisis financieras inter-
nacionales, la del tequila, la de Rusia y la del Sudeste asiático (producto de ese proceso de globalización
y de burbujas financieras) e incluso, también, por la devaluación en Brasil, hasta que vino finalmente
la debacle (en el gráfico1 se compara la evolución de la deuda externa y de la fuga de capitales y el
cuadro 3 da una explicación del proceso de endeudamiento externo en cada una de sus etapas, expli-
cando las políticas económicas implementadas que llevaron a su incremento). Pese a la fragilidad de
este esquema, los organismos financieros internacionales, en particular el FMI, desempeñaron un rol
fundamental en la instrumentación de las reformas económicas que llevaron a la crisis y, luego, frente
a las dificultades del repago de la deuda, presionando ante el gobierno argentino para que practicase
políticas de ajuste.
Entonces llegamos a la crisis de 2001, cuyos primeros síntomas se advierten desde los años finales
del último gobierno de Menem y se agravan con el gobierno de De la Rúa, que siguió las recetas orto-
doxas del FMI, bajando sueldos y jubilaciones, aumentando impuestos a sectores medios, proclamando
el déficit cero pero pagando los intereses de la deuda y realizando un ruinoso megacanje de títulos
públicos que incrementó notablemente el endeudamiento futuro. Todo lo cual tuvo su desemboque a
fines de aquel año, cuando el sistema bancario y financiero basado en la convertibilidad, que tenía por
fundamento la presunta dolarización de los depósitos bancarios a través de un tipo de cambio artificial
no se sostuvo provocando el colapso del sistema bancario, el «corralito», es decir la bancarización for-
zosa que impidió al público retirar sus ahorros y llevó al fin de la convertibilidad y del tipo de cambio
fijo.
Ya a lo largo de ese año, las organizaciones y movimientos de desocupados se constituyeron en
centros aglutinantes de la población y potenciaron un amplísimo movimiento de protesta, que abarcó
a obreros activos y trabajadores estatales y docentes, y fue sumando a productores agropecuarios, co-
merciantes y pequeños industriales, asambleas barriales, grupos de ahorristas, etc. La protesta social
se generalizó y se manifestó en el plano político y cultural, también con contenidos de reivindicación
de la soberanía nacional frente a la subordinación de toda la política gubernamental a las imposiciones
11

0
20.000
40.000
60.000
80.000
100.000
120.000
140.000
160.000
180.000
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Deuda externa
Capitales argentinos en el exterior
Gráfico 1
Deuda externa Argentina vs. Capitales Argentinos en el exterior, expresados
en millones de dólares
Fuente: Mario Rapoport, Historia económica, política y social de la Argentina.
de los organismos financieros internacionales y a su explícita intromisión en la vida política argentina
(auditores, misiones, comisiones asesoras de "notables» exfuncionarios de las grandes potencias, viajes
de funcionarios argentinos a Washington y otras capitales europeas y planes de «rescate» propues-
tos por economistas extranjeros con exigencia de resignación de la soberanía del estado argentino en
materia financiera).
Con lo que se arribó finalmente a una explosión social, el 19 y 20 de diciembre de 2001, que
produjo por primera vez la caída de un gobierno, el de la Alianza, que había sucedido a Menem, sin
ninguna intervención militar. La devaluación posterior y el cese del pago de la deuda externa fueron
una consecuencia de estos procesos. El gráfico 2 y el cuadro 4 nos muestran estadística y gráficamente
los índices de desempleo, salarios, pobreza y distribución de ingreso en la Argentina y su comparación
con otros países. El coeficiente de Gini va de 0, la mayor equidad, a 1, la mayor inequidad, en la
distribución de los ingresos.
4. Una comparación entre los modelos
Veamos más de cerca las cifras, para comparar los tres modelos económicos que venimos de des-
cribir. En primer lugar, las tasas de crecimiento en la época primario-exportadora no fueron tan altas
como se dicen: hubo serias crisis financieras, como en 1885, 1890 (una crisis de magnitud que tuvo
repercusiones a nivel mundial) y 1913, y la distribución de los ingresos era muy regresiva. El problema
no es el de criticar la industrialización en sí, sino la razón por la cual el país no se industrializó más.
Pero es necesario tener en cuenta que ese período de 40 años de industrialización, entre el modelo
agroexportador de fines del siglo XIX y las primeras décadas del 20, por un lado, y los últimos 30 años
de neoliberalismo, por el otro, fueron la época, económica y socialmente, más importante de la historia
argentina. Para mostrar mejor lo que sucedió entre mediados de la década de 1970 y fines del siglo
XX hagamos una comparación con el período anterior, en el cual el país logró un cierto proceso de
industrialización, destruido en los últimos 25 años.
Mientras entre 1949-1974 el PBI argentino creció un 127 % y su PBI industrial un 232 %, entre 1974-
1999, el PBI argentino aumentó un 55 % y su PBI industrial sólo un 10 %. Si comparamos, por su parte,
los dos períodos tomando el PBI per cápita, entre 1949-1974 éste creció un 42% y entre 1974-1999
apenas un 9 %. Entre mediados de la década de los 40 y mediados de la década de los 70 el país creció
a una tasa razonable, el PBI por habitante creció 2,10 % contra un 1,3 % en el período agroexportador
y un 0,3 % entre 1976 y el 2000, tasa ésta última, que sería menor si incluimos los años 2001 y 2002. En
los mejores años de la industrialización, entre 1955 y 1975 el crecimiento promedio del PBI fue de un
12

Cuadro 3
La evolución de la Deuda Externa Argentina (1973-2004)
Año
Presidente de la
nación
Partido de gobierno
Monto deuda
externa
(millones
dólares)
% de aumento de
la deuda en
relación al período
anterior
Observaciones
1973 Cámpora / Perón
4.890
1974
5.000
1975
Martínez de Perón
JUSTICIALISTA
7.800
+ 62%
A fines de 1975 cada habitante de la Argentina debía
al exterior U$S 320
1976
9.700
1977
11.700
1978
13.600
1979
19.000
1980
Videla
27.200
1981
Viola
35.700
1982
Galtieri
43.600
1983
Bignone
MILITAR
45.100
+ 364%
El mundo vive en la era de los eurodólares y los
petrodólares. Los bancos internacionales ofrecen
créditos fáciles a tasas bajas. Comienza el gran
endeudamiento del estado argentino. Pero hacia
1980 se produce un viraje en la economía mundial.
El crédito se vuelve escaso y caro. En este período el
gobierno de Reagan incrementa las tasas de interés
en EE.UU. lo que termina de producir la crisis
mexicana de 1982 y otras crisis de endeudamiento
externo en varios países latinoamericanos. A fin de
1983 cada habitante debía al exterior U$S 1.500.
1984
46.200
1985
49.300
1986
52.500
1987
58.500
1988
58.700
Alfonsín
UNIÓN
CÍVICA
RADICAL
+ 44%
La democracia se reestablece en medio de un
panorama internacional muy duro para los países
latinoamericanos, que experimentan la llamada
“década perdida”. El gobierno argentino se limita a
gerenciar la crisis de endeudamiento sin mucho
éxito. Se produce una crisis hiperinflacionaria en
1989-90
1989
65.300
1990
62.200
1991
61.337
1992
62.972
1993
72.425
1994
85.909
1995
99.146
1996
110.614
1997
125.051
1998
141.929
1999
Menem
JUSTICIALISTA
145.289
+ 123%
Consenso de Washington y aceptación de sus
postulados y de las políticas propiciadas por los
organismos financieros internacionales por el
gobierno argentino. En 1992, el ministro Cavallo
renegocia la deuda externa sobre la base del Plan
Brady Sin embargo, el endeudamiento sigue
aumentando en forma galopante, pese a los ingresos
obtenidos por las privatizaciones de empresas del
estado.
2000
De la Rúa
ALIANZA
146.575
+ 9%
Políticas de ajuste por consejo del FMI. A fin del 2000
cada habitante debe al exterior U$S 3.800.
2003
2005
Kirchner
JUSTICIALISTA
172.773 a
125.000
Default con los acreedores privados, no con los
organismos internacionales, a partir de 2002. En
enero de 2005 se lanzó la reestructuración de la
deuda pública. La adhesión del canje fue del 76.15%
y se logró una quita nominal del 43%. Del monto total
de la deuda elegible (USD 81.836 millones) se logró
canjear USD 62.318 millones. De esta forma el total
de deuda reestructurada fue USD 35.261 millones.
A fines de 2005 se pago el total de la deuda con el
FMI que sumaba 9.530 millones de dólares.
Fuente: Ministerio de Economía de la Nación para años recientes y
cuadro difundido por Internet sobre datos oficiales.
0%
5%
10%
15%
20%
25%
30%
35%
40%
45%
1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002
Desempleo abierto
Subempleo visible
Desempleo + subempleo
Gráfico 2
Desempleo y subempleo
5,7 % anual, mientras que entre 1976 y 1999 no superó más del 1 %.2 Veamos los gráficos 3, 4 y 5 que
ilustran la comparación entre los modelos económicos.
2. Jorge Schvarzer, «Economía argentina: situación y perspectivas», en La Gaceta de Económicas, 24-6-2001; Mario Rapoport,
Historia económica, política y social de la Argentina, (2006), para el crecimiento del PBI, cálculo realizado sobre la base de los datos
13

Cuadro 4
Pobreza y distribución del ingreso
PAÍSES
Años
Población por
debajo de la
Línea de
Pobreza
Línea de
Indigencia
1990
21,2
5,2
ARGENTINA
2002
41,5
18,6
1990
48,0
23,4
BRASIL
2001
37,5
13,2
1989
47,7
18,7
MÉXICO
2002
39,4
12,6
PAÍSES
Años
Participación en
el ingreso total
del 10% más
rico (%)
Coeficiente de
Gini
1990
34,8
0,501
ARGENTINA
2002
42,1
0,590
1990
43,9
0,627
BRASIL
2001
46,8
0,639
1989
38,2
0,538
BOLIVIA
2002
41,0
0,614
Fuente: CEPAL; Panorama Social 2002-2003. Los datos de Argentina son para
el Gran Buenos Aires.
127%
232%
55%
10%
0%
50%
100%
150%
200%
250%
1949-1974
1974-1999
PBI Argentino
PBI Industrial
Gráfico 3
El proceso de redistribución regresiva de los ingresos que llegó a padecer la Argentina en el peor
momento de la crisis constituye otro aspecto de esta situación, que también podemos comparar: entre
1974 y el 2000, la diferencia entre el 10% de la población de mayores ingresos y el 10% de menores
ingresos había aumentado más de 40 veces. Por otra parte, el porcentaje que tenían los asalariados en
el ingreso nacional hacia 1950 era del 50%, y a comienzos del nuevo siglo no llegaba ni a la mitad
de esa cifra. MIentras la tasa de desempleo, que históricamente se hallaba en torno al 6 %, a partir de
1994 saltó al 12,2 y alcanzó en el momento más álgido de la crisis, a más del 24 %, pero si se incluye la
subocupación, personas que trabajan sólo parcialmente, alcanzó a superar con holgura el tercio de la
población activa.
de los capítulos 5 a 8 del mencionado libro, del cual se extraen también los datos sobre la deuda externa. Los datos del PBI per
cápita son de la OCDE y la CEPAL elaborados por Eric Calcagno.
14

42%
9%
0%
5%
10%
15%
20%
25%
30%
35%
40%
45%
1949-1974
1974-1999
PBI per cápita
Gráfico 4
1,30%
2,10%
0,30%
0,00%
0,50%
1,00%
1,50%
2,00%
2,50%
1880-1930
1945-1975
1976-2000
PBI por habitante
Gráfico 5
5. Después de la crisis
La pregunta que se hacían muchos argentinos era si podían reunirse las condiciones objetivas y
subjetivas, es decir, en las estructuras económico-sociales y en las relaciones con los poderes externos,
por un lado, y en la conciencia de la gente y el liderazgo, por otro lado, para realizar los cambios
necesarios.
Luego de la caída en el default y un interregno de sucesivos y breves gobiernos que culminaron con
la presidencia provisoria de Duhalde, resultó finalmente elegido, en un nuevo llamado a elecciones
presidenciales, Nestor Kirchner, que asumió, sin haberse superado aún la crisis, en el 2003. Una de las
más importantes iniciativas del nuevo gobierno en el orden político y jurídico fue su firme política de
derechos humanos. Gracias a ello, una renovada Corte Suprema de Justicia anuló las nefastas «leyes del
perdón» para los militares. También se plantearon desde un principio posiciones de mayor autonomía
en el terreno de las relaciones internacionales, incluyendo el rechazo del proyecto de Área de Libre
Comercio de las Américas propuesto por EEUU.
Quedaba por ver si era posible superar plenamente la crisis económica, volver a un esquema pro-
ductivo y a un sendero de crecimiento sostenido. Entre 2003 y 2007 el PBI creció en forma notable,
casi un 9 % anual, mientras que la desocupación descendió sensiblemente y se redujeron los niveles de
pobreza. Por otra parte, se terminó el default con el canje de la deuda, que fue aceptada por más del
70 % de los acreedores y se pagó el total de la deuda pendiente con el FMI (cerca de 10 mil millones de
dólares), aunque el nivel de endeudamiento que queda, a plazos más largos e intereses más bajos, es
aún considerable: 125 mil millones de dólares.
15

Además, los balances favorables del comercio exterior, basados en un alza de los precios de los pro-
ductos exportables, como la soja, en la mejora producida por la devaluación y en una mayor demanda
internacional, permitieron aumentar en forma notable las reservas internacionales. La aplicación de
retenciones ayudó a la contención de los precios internos de productos esenciales y a incrementar lo
ingresos fiscales, engrosados ya por la reactivación económica. El superávit fiscal resultante de todas
estas circunstancias garantiza así, por el momento, el pago de los compromisos externos.
Se inició, por otra parte, un nuevo proceso de industrialización basado en el mercado interno, aun-
que subsiste todavía la gran tarea pendiente de reducir la deuda con nuestros propios ciudadanos:
es decir, disminuir drásticamente los niveles de pobreza y mejorar la distribución de los ingresos. El
amplio superávit fiscal debe usarse en parte con este propósito, así como para realizar obras públicas,
crear empleos y contribuir al fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas. A su vez, las expor-
taciones deben incluir bienes de mayor valor agregado e incorporar procesos de innovación científica
y tecnológica, para lo cual existen abundantes recursos humanos calificados.
También, es preciso recuperar los recursos naturales; devolver al estado los servicios públicos esen-
ciales; revitalizar la participación estatal en áreas estratégicas de la economía nacional; realizar una
reforma tributaria que disminuya el alto grado de regresividad del sistema impositivo; y practicar po-
líticas que tiendan a reducir las diferencias existentes en los niveles de producción y bienestar de cada
provincia y región.
Por otro lado, la inserción internacional de la Argentina tiene que incluir entre sus prioridades la
profundización, ampliación e institucionalización del Mercosur. Pero un Mercosur que sea mucho más
que una simple plataforma comercial y en el que participen plenamente todas las regiones del país.
En cualquier caso, sólo comprendiendo en su totalidad y complejidad (económica, política, social e
ideológica) las diferentes etapas de la historia económica argentina, es posible sentar las bases de un
modelo de crecimiento con equidad que tenga en cuenta y supere las experiencias anteriores.
6. Bibliografía
1. AA. VV, Nueva Historia Argentina, Sudamericana, Bs. As., 12 tomos, 1998-2001.
2. Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina, 10 tomos, Planeta, Buenos
Aires, 1999-2001.
3. Gerchunoff, Pablo y Llach, Lucas, El siglo de la ilusión y el desencanto, Emecé, Buenos Aires, 2007.
4. Rapoport, Mario y Cervo, Amado (coord.) El Cono Sur. Una historia común, FCE. Bs. As. 2002.
5. Rapoport, Mario, El viraje del siglo XXI. Deudas y desafíos de la Argentina, America latina y el mundo,
Norma, Buenos Aires, 2006.
6. Rapoport, Mario, Historia económica, política y social de la Argentina, 1889-2003, Emecé, Bs. As. 2007.
7. Vitelli, Guillermo, Los dos siglos de la Argentina. Historia económica comparada. Pendergast, Buenos
Aires, 1999.
16
ACTIVIDAD:
1- Realizar un esquema que en dos columnas aborde simultáneamente los aspectos políticos y económicos más importantes de los períodos de gobiernos de masas.

2-Elaborar una nota de opinión  destacando alguna obra importante realizada por estos gobiernos y que hayan  trascendido en el tiempo como efectos positivos, sea directa o indirectamente
3-Presentación del trabajo oralmente.
4- Publicación en el blog.
 
FECHA DE PRESENTACIÓN: 25/06/2013